Sammie Vance recuerda momentos en que se sentía triste. Estaba en segundo grado en la Escuela Elemental Haley en Fort Wayne, Indiana. Cuando veía a los niños jugando en el recreo, preguntarles si se podía sumar la hacía sentir nerviosa y ansiosa. “Definitivamente me costaba acercarme a alguien y proponerle jugar”, dice. “Para mí, como para muchos niños, es algo difícil”.
Ese verano durante un campamento, Sammie vio un video sobre jóvenes que habían instalado algo que llamaban “el banco de la amistad” en su escuela. Los bancos de la amistad son bancos especiales diseñados para ayudar a los niños a comunicarse cuando quieren a alguien con quien hablar o jugar. Cuando te sientas en un banco de la amistad, puedes indicar que necesitas un amigo sin necesidad de decir una palabra.
Algo hizo clic en ella. “La idea me atrajo mucho”, dice. “Quería un banco de la amistad para mi escuela”.
Sammie empezó a investigar si podía comprar un banco de la amistad en su comunidad. Encontró una compañía basada en Indiana que hacía bancos de plástico reciclado. A Sammie le encantaba la idea de un proyecto que combinaba reciclaje, acción comunitaria y forjar amistades. Decidió reunir tapas de botellas que pudieran reciclarse para el banco.
Hoy hay tres bancos de la amistad en el predio del antiguo colegio de Sammie. Ella ya tiene 16 años, y ayuda a otras personas -niños y adultos- a navegar el proceso de instalar sus propios bancos de la amistad. Durante los últimos ocho años, ayudó a construir más de 650 bancos en los Estados Unidos y otros países, como México y Ghana.